BIOÉTICA
El término “bioética” fue utilizado por
primera vez por V. R. Potter hace poco más de treinta años (Potter, 1970). Con
este término aludía Potter a los problemas que el inaudito desarrollo de la
tecnología plantea a un mundo en plena crisis de valores. Urgía así a superar
la actual ruptura entre la Ciencia y la Tecnología de una parte y las
Humanidades de otra. Ésta fisura hunde sus raíces en la asimetría existente
entre el enorme desarrollo tecnológico actual que otorga al hombre el poder de
manipular la intimidad del ser humano y alterar el medio, y la ausencia de un
aumento correlativo en su sentido de responsabilidad por el que habría de
obligarse a sí mismo a orientar este nuevo poder en beneficio del propio hombre
y de su entorno natural.
La bioética surge por tanto como un intento
de establecer un puente entre ciencia experimental y humanidades (Potter, 1971)
. De ella se espera una formulación de principios que permita afrontar con
responsabilidad –también a nivel global- las posibilidades enormes, impensables
hace solo unos años, que hoy nos ofrece la tecnología.
Bioética
y ética médica
La ética médica no es sólo una parte de la
bioética, sino que goza además de especial relevancia en el conjunto de la
nueva disciplina. Por la riqueza de su tradición científica y humana - ausente
en el resto de la bioética- posee un especial valor que no puede ser ignorado.
La pretensión ilusoria de construir una “ética nueva” que habría de romper con
la ética tradicional no sólo carece de fundamento sino que deja traslucir una
notable ignorancia. Ciertamente la bioética – y con ella la ética médica-
afronta hoy problemas nuevos, pero cuenta con los mismos medios de siempre para
resolverlos: el uso juicioso de la razón y la luz de los valores y principios
coherentes con la específica forma de ser del hombre. No puede ser de otra
forma.
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